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Día Mundial del agua: El coronavirus y una oportunidad de cambiar para siempre
El estado de excepción que estamos atravesando nos invita a reflexionar sobre los privilegios que algunos tenemos por sobre los que no tienen nada, ni agua.
Al igual que todo el planeta, estoy preocupado por la pandemia del coronavirus COVID-19 que golpea especialmente a nuestros sistemas sanitarios y nos obliga a atender un fenómeno para el que no estábamos preparados. También me conmueve el riesgo en el que se encuentran las comunidades vulnerables ante la falta de acceso a insumos básicos para protegerse, como el agua, el jabón y una vivienda para guarecerse. La alarma de los líderes mundiales sobre el crecimiento de la enfermedad y el urgente reto al que somos desafiados cómos seres humanos, es sencillamente estremecedor.
Sin embargo, permítanme ser optimista en algunos aspectos, tal vez sea un hábito indomable de mí recorrido como emprendedor social. Porque en esta circunstancia tan extraordinaria, tenemos la oportunidad de transformar por primera vez tanto algunas conductas de nuestra vida ordinaria, como de aprovechar un aprendizaje comunitario que pueden mejorar la calidad de vida de millones de personas en el futuro inmediato.
El agua es vida. Según datos de las Naciones Unidas, en este momento existen 3 mil millones de personas que no pueden lavarse las manos para protegerse del Coronavirus, ni de ninguna otra enfermedad que así pueda transmitirse. La importancia del acceso a agua segura y saneamiento es de primer orden, y el carácter global de esta emergencia sanitaria deja en evidencia que estamos hablando de un derecho de primerísimo orden y urgencia. Creo que este primer consenso, es uno de los aprendizajes más contundentes de este fenómeno y debería ocupar el primer punto en la agenda de los líderes mundiales ambiental y socialmente responsables.
Todos juntos. La salud es una tarea colectiva, solidaria. Las enfermedades globales no distinguen fronteras, clases sociales, géneros, y esta pandemia de coronavirus nos ha demostrado que la salida es colectiva. La comunidad científica está trabajando sin precedentes de manera profundamente colaborativa, contra reloj, y poniendo a disposición recursos, tiempos y personas para encontrar respuestas. Las personas en sus casas escuchan atentamente a los profesionales de la salud en los medios y aprenden a lavarse las manos por primera vez. Todos, de a poco, entienden que el aislamiento es protegerse, proteger a los que quieren y a los más vulnerables. La mirada solidaria que ordena nuestra tarea cotidiana, es un aprendizaje muy potente para el futuro que se viene.
Encontrar un propósito. Soy médico y durante años estuve dentro de los hospitales recibiendo cientos, miles de personas infectadas por virus, bacterias o parásitos que las enfermaban gravemente. No existía ninguna pandemia exponencial, ni enemigo silencioso, sin embargo la mitad de las camas de un hospital pediátrico se ocupaban con niños y niñas que afrontaban las consecuencias de consumir agua no tratada. Mi propósito fue emprender un proyecto que pudiera adelantarse a ese escenario, implementar y educar en la prevención. Proyecto Agua Segura es hoy la manera que tengo de impactar en un mundo que necesita de muchas personas trabajando el acceso al agua y de tantos recursos esenciales. El planeta necesita líderes innovadores que quieran hacerle frente a las crisis sociales y ambientales globales con modelos sustentables que diseñen estrategias de impacto. Esta emergencia sanitaria, nos invita como ninguna otra, a que nuestro destino profesional, personal, sea el de emprender el cambio.
Es decir, estamos ante la oportunidad de construir un mundo mejor. El estado de excepción que estamos atravesando, nos invita a reflexionar sobre los privilegios que algunos tenemos por sobre los que no tienen nada, ni agua. Nos obliga a ensayar una respuesta colectiva, solidaria, en armonía con nuestro planeta. Nos propone transformar hábitos, aprender de la ciencia y a organizarnos globalmente para no repetir nuestros errores. Y nos inspira, espero, a encontrar un propósito o una razón que nos permita construir un futuro que no sea de excepción, sino de abrazos y derechos para todos.
Por todos estos aprendizajes y porque, como muchos están diciendo “con el coronavirus el mundo cambió para siempre”, tengo la esperanza de que a partir del enorme costo social, humano y económico que tiene esta emergencia, este cambio sea el punto de partida que nos ponga a trabajar juntos para un mundo mejor.
Por Nicolás Wertheimer
(*) Médico (MN 143773) Fundador Proyecto Agua Segura
Publicado- diario- Ámbito financiero